Los dos sabíamos lo que escondían nuestras palabras,
pero nunca nos atrevimos a pronunciarlo.
La palabra amor estaba prohibida.
El viento era incapaz de atarnos en una única lazada.
Éramos libres. LIBRES.
No éramos de nadie y eso era lo que nos hacía especiales.
Las luces de tus ojos brillaban más que nunca,
y aquella noche nos fundíamos en una sola ola a punto de romper contra las rocas.
Un Te quiero resonó en mis oídos y me asusté.
Me asusté y salí corriendo. Dejándote allí solo.
Me asusté de sentir lo mismo que tú en ese instante.
Me asusté por amarte. Me asusté por volver a hacerlo.
Lo nuestro no acabó. Jamás ha acabado.
El Diario de Noah.