Allí estaba, sola, sentada en aquel sucio y sombrío banco de la vieja estación del pueblo,
bajo el gran reloj que marcaba las siete y treinta y ocho.
Acompañada por una única maleta, cuyo pequeño tamaño me sorprendió,
yacía entre la niebla vestida con una larga gabardina gris,
llevando también un pequeño borsalino que apenas ocultaba
su pelo castaño enmarañado en un simple pero atractivo recogido semideshecho.
Tan absorto me pude quedar mirándola, que en un descuido,
dejé caer mi maletín al suelo, provocando que rápidamente girara la
cabeza dejando así ver, unos ojos claros, que nunca seré capaz de olvidar.
Una mirada clavándose en mí de una manera dura aunque no agresiva,
se deslizó hacia el suelo, mirando un maletín que aún no había recogido.
Con una voz suave, dijo unas palabras en una lengua que no pude comprender.
Al notar que no la había entendido, esbozó una sonrisa luminosa, perfecta.
ella cogió su pequeña maleta y se subió al tren, no sin sonreír por última vez.
El tren arrancó y me quedé allí sentado, solo, en aquel sucio y sombrío
banco de la vieja estación del pueblo. Ella, me hizo un último gesto
con la mano desde la ventana de aquel viejo tren.
En ese momento, lo supe. Aún desconociendo todo sobre ella,
supe que era la mujer de mi vida. Y supe también,
que no sería la última vez que nos veríamos.
Ni mucho menos..
Aw, me encantan tus textos...
RépondreSupprimerdiooooooooos
RépondreSupprimercomo puedes escribir tan sensacinalmente bien??
Me encantas.
Sin mas.